Me gusta el sabor a cloro de tu piel mezclado con la hierba fresca y el aroma que desprende tu espalda caliente, como la fruta cuando madura al sol.
Todo en ti es verano, y no hay verano que no se parezca a ti, siempre intenso y fugaz.
Por eso te lamo despacio y saboreo cada centímetro como si fuera la última vez. De tu nuca a tu espalda hay un camino sinuoso de lunares y escalofríos que mi lengua ya conoce, salado y dulce al mismo tiempo.
Todo placer es efímero y se desvanece al ritmo de las agujas del reloj, tictac, tictac...
Por eso lo escribo, te escribo, relamiendo después cada palabra con mis ojos y mis dedos paseando sobre la tinta azul, evocando el verano y la luz en mis días de frío y sombras.
Ana Elena Pena
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