laveredaradio@gmail.com

La Vereda es un programa que se emite en Ràdio Klara desde junio de 1999. Un espacio para la poesía, la literatura, la música, la cultura, el arte, el compromiso, las emociones... Un camino poético en el que la vida no pasa: se queda. Escúchala en directo los jueves de 19 a 20 h en la 104.4 FM València y en www.radioklara.org. O cuando quieras en nuestro podcast.

lunes, 31 de enero de 2011

La voz a ti debida

Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».

Pedro Salinas

domingo, 30 de enero de 2011

Impostores literarios

Resulta curioso que se hable de escritores fracasados y no de lectores fracasados. Los riesgos en ambas actividades son enormes. También la decepción que provoca no superarlos. La diferencia es que a un escritor fracasado siempre le queda el recurso del malditismo, que es un fracaso al revés. El escritor maldito puede ciscarse en los autores entronizados acogiéndose además al juicio de la historia.
En la literatura, como en la vida, todo es provisional. Esa provisionalidad proporciona esperanzas mientras uno se autodestruye con láudano, alcohol o sexo sado-maso. El escritor fracasado siempre tiene alguna salida, por estrecha que sea. A lo mejor no ha sido capaz de escribir Ana Karenina, pero quién le dice que ese cuento que publicó hace años en una revista municipal (y espesa) no sea rescatado por las generaciones venideras. El relato de la Torre de Babel, que apenas ocupa 15 líneas en el océano literario de la Biblia, continúa cosechando éxitos en la actualidad. ¿Pero qué pasa con el lector fracasado? ¿Qué ocurre con el lector que no ha sido capaz de leerse el Quijote, el Ulises, Guerra y Paz o 2666?
De esta gente se ocupan poco o nada los ensayos literarios, los suplementos de cultura de los periódicos, los espacios de libros de la tele. No sabemos tampoco de ningún programa de radio que haya invitado a un lector fracasado para que hablara al público de sus frustraciones lectoras.
-En efecto, no pude con Crimen y Castigo ni con Madame Bovary, ni con la Eneida.
-¿Y con la Iliada?
-Tampoco, con la Iliada tampoco.
-¿Pues qué es lo que lee usted?
-Me gusta mucho la serie sobre Ripley, de Patricia Higsmith.
Sería fantástico escuchar en la radio o en la tele un diálogo de esta naturaleza. Lo que ocurre es que el lector malogrado oculta su fracaso. Dice con toda la cara que ha leído el Ulises sin que haya forma de negárselo. Quiero decir que si tú no escribes El Proceso se entera todo el mundo. Pero si no has sido capaz de leerlo sólo lo sabes tú. De modo que el lector fracasado es, por lo general, un impostor.

Juan José Millás

Levante, 30/1/2011

domingo, 23 de enero de 2011

Para quién escribo

I

¿Para quién escribo?, me preguntaba el cronista, el periodista o simplemente el curioso.

No escribo para el señor de la estirada chaqueta, ni para su bigote enfadado, ni siquiera para su alzado índice admonitorio entre las tristes ondas de música.

Tampoco para el carruaje, ni para su ocultada señora (entre vidrios, como un rayo frío, el brillo de los impertinentes).

Escribo acaso para los que no me leen. Esa mujer que corre por la calle como si fuera a abrir las puertas a la aurora.

O ese viejo que se aduerme en el banco de esa plaza chiquita, mientras el sol poniente con amor le toma, le rodea y le deslíe suavemente en sus luces.

Para todos los que no me leen, los que no se cuidan de mí, pero de mí se cuidan (aunque me ignoren).

Esa niña que al pasar me mira, compañera de mi aventura, viviendo en el mundo.

Y esa vieja que sentada a su puerta ha visto vida, paridora de muchas vidas, y manos cansadas.

Escribo para el enamorado; para el que pasó con su angustia en los ojos; para el que le oyó; para el que al pasar no miró; para el que finalmente cayó cuando preguntó y no le oyeron.

Para todos escribo. Para los que no me leen sobre todo escribo. Uno a uno, y la muchedumbre. Y para los pechos y para las bocas y para los oídos donde, sin oírme, está mi palabra.

II

Pero escribo también para el asesino. Para el que con los ojos cerrados se arrojó sobre un pecho y comió muerte y se alimentó, y se levantó enloquecido.

Para el que se irguió como torre de indignación, y se desplomó sobre el mundo.

Y para las mujeres muertas y para los niños muertos, y para los hombres agonizantes.

Y para el que sigilosamente abrió las llaves del gas y la ciudad entera pereció, y amaneció un montón de cadáveres.

Y para la muchacha inocente, con su sonrisa, su corazón, su tierna medalla, y por allí pasó un ejército de depredadores.

Y para el ejército de depredadores, que en una galopada final fue a hundirse en las aguas.

Y para esas aguas, para el mar infinito.

Oh, no para el infinito. Para el finito mar, con su limitación casi humana, como un pecho vivido.

(Un niño ahora entra, un niño se baña, y el mar, el corazón del mar, está en ese pulso.)

Y para la mirada final, para la limitadísima Mirada Final, en cuyo seno alguien duerme.

Todos duermen. El asesino y el injusticiado, el regulador y el naciente, el finado y el húmedo, el seco de voluntad y el híspido como torre.

Para el amenazador y el amenazado, para el bueno y el triste, para la voz sin materia y para toda la materia del mundo.

Para ti, hombre sin deificación que, sin quererlas mirar, estás leyendo estas letras.

Para ti y todo lo que en ti vive,
yo estoy escribiendo.

martes, 18 de enero de 2011

Quise

Quise mirar el mundo con tus ojos
ilusionados, nuevos,
verdes en su fondo
como la primavera.
Entré en tu cuerpo lleno de esperanza
para admirar tanto prodigio desde
el claro mirador de tus pupilas.
Y fuiste tú la que acabaste viendo
el fracaso del mundo con las mías.

Ángel González

miércoles, 12 de enero de 2011

Serenata para la tierra de uno

Porque me duele si me quedo
pero me muero si me voy.
Por todo y a pesar de todo
yo quiero vivir en vos.

Por tu decencia de vidala
y por tu escándalo de sol,
por tu verano con jazmines, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

Porque el idioma de infancia
es un secreto entre los dos.
Porque le diste reparo al desarraigo
de mi corazón.

Por tus antiguas rebeldías
y por la edad de tu dolor,
por tu esperanza interminable,
mi amor, yo quiero vivir en vos.

Para sembrarte de guitarra,
para cuidarte en cada flor,
y odiar a los que te castigan, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

Maria Elena Walsh

martes, 11 de enero de 2011

Que el soneto nos tome por sorpresa

Entrar en este verso como el viento
Que mueve sin propósito la arena
Como quien baila que se mueve apenas
Por el mero placer del movimiento

Sin pretensiones sin predicamento
Como un eco que sin querer resuena
Dejar que cada silaba en la oncena
Encuentre su lugar y su momento

Que el soneto nos tome por sorpresa
Como si fuera un hecho consumado
Como nos toman los rompecabezas

Que sin saberlo nacen ensamblados
Así el amor igual que un verso empieza
Sin entender desde donde ha llegado

Que el soneto nos tome por sorpresa
Como si fuera un hecho consumado
Como nos toman los rompecabezas

Que sin saberlo nacen ensamblados
Así el amor igual que un verso empieza
Sin entender desde donde ha llegado

Sin entender desde donde ha llegado

Jorge Drexler