laveredaradio@gmail.com

La Vereda es un programa que se emite en Ràdio Klara desde junio de 1999. Un espacio para la poesía, la literatura, la música, la cultura, el arte, el compromiso, las emociones... Un camino poético en el que la vida no pasa: se queda. Escúchala en directo los jueves de 19 a 20 h en la 104.4 FM València y en www.radioklara.org. O cuando quieras en nuestro podcast.

martes, 16 de febrero de 2021

La primera vegada

Ens vam trobar a la Plaça Catalunya,
davant de la filera de rellotges
que marcaven l'horari de les ciutats del món.
Ja no he parat de riure o de plorar per tu.
La lluna sempre ha estat als vidres freds
de les finestres de la nostra vida
com un d'aquells rellotges, que ara marquen
el passat i el demà del nostre amor.
En alguna ciutat del pensament
jo t'estaré estimant
quan marqui la teva hora solitària
l'esfera de la lluna sobre el mar.

Joan Margarit



miércoles, 10 de junio de 2020

domingo, 19 de abril de 2020

sábado, 4 de abril de 2020

La belleza

Enemigo de la guerra
Y su reverso, la medalla,
No propuse otra batalla
Que librar al corazón
De ponerse cuerpo a tierra
Bajo el peso de una historia
Que iba a alzar hasta la gloria
El poder de la razón.
Y ahora que ya no hay trincheras
El combate es la escalera
Y el que trepe a lo más alto
Pondrá a salvo su cabeza
Aunque se hunda en el asfalto
La belleza.
Míralos como reptiles,
Al acecho de la presa,
Negociando en cada mesa
Maquillajes de ocasión;
Siguen todos los railes
Que conduzcan a la cumbre
Locos, porque nos deslumbre
Su parásita ambición.
Antes iban de profetas
Y ahora el éxito es su meta;
Mercaderes, traficantes,
Más que nausea dan tristeza,
No rozaron ni un instante
La belleza.
Y me hablaron de futuros
Fraternales, solidarios,
Donde todo lo falsario
Acabaría en el pilón.
Y ahora que se cae el muro
Ya no somos tan iguales
Tanto tienes, tanto vales
¡viva la revolución!
Reivindico el espejismo
De intentar ser uno mismo,
Ese viaje hacia la nada
Que consiste en la certeza
De encontrar en tu mirada
La belleza.

Luis Eduardo Aute

miércoles, 25 de marzo de 2020

Coronavirus en tiempos del ego

Se diría que la maldición del coronavirus ha desatado, aún no sé dilucidar si como efecto adverso, otra epidemia, la de la creatividad, y el espacio virtual se ha plagado de figuras públicas asomándose a diario a nuestras pantallas para enseñarnos su vidilla casera: lo que cocinan, el sillón de lectura, la mantita con la que se arropan para ver las noticias. Al váter, a pesar de la creciente popularidad del papel higiénico, aún no hemos llegado. Como niños en una descontrolada función escolar nos asomamos a las redes cantando Aleluya, aunque no seamos Rufus Wainwright, o leyendo poemas con soniquete porque, a ver, no somos Laurence Olivier ni Nuria Espert; bailamos animando a nuestros seguidores a que bailen con nosotros, creyendo, ay, inocentes, que alguien tras la pantalla nos sigue; leemos parte de nuestra obra como si alguien nos lo hubiera pedido, leemos, sí, destrozando a menudo los textos porque nadie nos enseñó a leer bien; damos consejos de autoayuda, o sea, de esos que solo ayudan al que los da; sacamos la esterilla de debajo de la cama, y hemos de limpiarle las bolas de polvo acumulado, nos da la tos seca entonces, y nos ponemos el termómetro para comprobar que por esta vez no; luego hacemos delante de la pantalla un saludo al sol, uno y basta, ¡al sofá!, y como ya no podemos fardar de cada restaurante al que vamos, hacemos un set en la cocina como si nos hubiéramos tragado un Mikeliturriaga y estuviéramos poseídos por su mismo gracejo, aunque nuestra receta de tostada con aguacate no tenga mucho desarrollo. Hay músicos, buenos, regulares y peores, que salen a las terrazas a consolar al mundo, no se sabe por qué. Hay tíos que salen levantando mancuernas y modelos esqueléticas comiendo como cerdas. Hay madres jugando con unos niños tan guapos que parecen de atrezzo. Hay tíos que dan mítines y se quedan tan panchos. Hay individuos haciendo el pino ahora mismo que se van a partir el cuello en su propio domicilio e individuas que se retuercen como contorsionistas. La vida se nos ha llenado de actividades extraescolares, aunque solo duran lo que dura la puesta en pantalla. Luego hay que pensar en el siguiente vídeo.

Menos mal que solo tienen la obligación de secundar esta pesadilla de hiperactividad cultural, deportiva y recreativa aquellos que tienen el suficiente nivel económico como para mostrar un salón luminoso y acogedor, con una tele inteligente que contiene todas las plataformas posibles para consumir las series que luego recomiendan; menos mal que solo les toca a ellos, a los que pueden enseñar una cocina con un ventanal que da a un patio y una encimera con un instrumental que hasta la presente jamás habían utilizado; menos mal que pueden enviarnos mensajes desde su jardín, desde ese ático en el que se contempla, ¿lo veis?, una ciudad desierta por la que ahora pasea un jabalí.

Podríamos pensar en la cara B de esta historia, esa realidad menos favorecedora y menos privilegiada: la de los pisos diminutos con luz escasa en los que es casi imposible sobrellevar el encierro, con seres humanos apiñados en unos casos y habitantes solitarios en otros, ciudadanos ahora mismo desasistidos, necesitados de ayuda para comprar, para asearse o para cocinarse algo decente, esos pisos donde pasan el día niños abocados a comer pizza en vez de una de esas comidas sanas de las que tanto alardeamos cuando colgamos un vídeo en Instagram.

Vivir en esta inédita situación nos tendría que cambiar a los que nos encontramos en mejor situación. Aquellos que gozamos de un encierro más privilegiado podríamos dedicar, por qué no, algo de nuestro pensamiento a los que poco tienen y están callados por enfermedad o pobreza. La creatividad que hay que activar debería ir destinada a paliar el desastre. Y si de verdad quieres ofrecer algo bueno de tu arte: quédate un tiempo encerrado en tu cuarto. Y a la vuelta de este tortuoso camino, enséñanos algo hermoso.

Elvira Lindo

El País, 22 de marzo de 2020


domingo, 9 de febrero de 2020

Soneto V

Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.

Garcilaso de la Vega

lunes, 3 de febrero de 2020

El poeta pregunta a su amor por la «ciudad encantada» de Cuenca

Te gustó la ciudad que gota a gota
labró el agua en el centro de los pinos?
¿Viste sueños y rostros y caminos
y muros de dolor que el aire azota?

¿Viste la grieta azul de luna rota
que el Júcar moja de cristal y trinos?
¿Han besado tus dedos los espinos
que coronan de amor piedra remota?

¿Te acordaste de mí cuando subías
al silencio que sufre la serpiente,
prisonera de grillos y de umbrías?

¿No viste por el aire transparante
una dalia de penas y alegrías
que te mandó mi corazón caliente?

Federico García Lorca